sábado, 26 de mayo de 2012

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TODA CLASE DE PIELES

Hace mucho mucho tiempo, en un reino muy lejano nació una princesita bellísima, fruto del gran amor que se tenían los reyes, cuando nació se prometieron que jamás esta pequeña dulzura se iba a quedar sola.
La princesita creció muy feliz en su palacio rodeada de sus padres que la querían con locura, poco a poco la ya no tan niña iba entrando en edad casadera.
Tuvo muchos pretendientes, pero ninguno le gustaba, ninguno se acercaba a las expectativas que ella tenía, de hecho casi todos los que se le acercaban le parecían muy arrogantes.
Poco a poco la niña fue creciendo, y sus padres no hacían más que insistirla en que tenía que encontrar esposo, ella siempre se negaba y decía:
-         No necesito esposo!!! Prefiero estar sola que casarme con un hombre del que no estoy enamorada!
-         Pero hija mía ya te estás haciendo muy mayor, y llegará un día en el que nosotros faltemos y necesitarás la compañía y protección de un esposo- le contestaba el rey.
-         Ni hablar! Prefiero estar sola, no me importa no tener un marido, replicaba.
Los reyes cada vez se iban preocupando más, porque no veían el momento de casarla, la solían decir que el amor se va formando con el tiempo, con el cariño.
Pero la preocupación fue creciendo cuando los padres veían que cada vez iba creciendo más, y ellos iban siendo también mayores y se acercaba el momento que ellos podían faltar, la princesa  ya era toda una mujer, y debería tener un heredero en mi reino, decía el rey.
Un día la reina enfermó gravemente, estaban todos muy tristes porque era una mujer muy buena a la que todos querían, el rey no se separó de ella en ningún momento, ella le hizo prometerle que si algún día  faltaba se preocuparía de buscar un esposo a su hija para que jamás sintiera soledad.
Finalmente la reina murió, rey estuvo mucho tiempo metido en la habitación llorando su muerte, poco a poco se fue recuperando y lo único que le hacía mirar hacia delante era la promesa que le había hecho a su esposa.
Así que el rey comenzó a buscar por su cuenta un buen esposo para su hija, y claro, ya puestos a elegir elegiría al príncipe que tuviera mejor herencia.
Una mañana se levantó la princesa y recibió la desagradable noticia. Mientras desayunaban le dijo el padre:
-         Hija hoy ponte muy guapa que conocerás a tu futuro esposo.
-         Pero, papá...si no le conozco, ¿cómo me voy a casar con él?
-         Lo siento cariño, tu necesitas un esposo, tu madre ya no está con nosotros y se acerca el día en el que puede que yo falte, respondió el rey.
Así que llegó el gran momento, apareció el príncipe y se conocieron.
Se sentaron a cenar los tres, para hablar de su futuro, mientras que hablaban la cocinera les estaba sirviendo, con tan mala suerte que se le cayó un poco de vino en el mantel, eres una estúpida -dijo el príncipe- es que no ves lo que haces?
A la princesa no le gustó nada ese comportamiento, porque además ella había sido siempre una persona muy humilde que trataba a los empleados con mucho respeto, como si fueran  uno más de la familia, porque  había crecido con ellos, los conocía desde que era un bebé.
Siguieron cenando, y llegó el momento de comer el segundo plato, se acercó la misma cocinera a servirlo, ya muy nerviosa porque no estaba acostumbrada a que nadie le hablara así por muy empleada que fuera, estaba tan nerviosa que le temblaba la mano, y cuando fue a dejar el plato del príncipe lo hizo con tan mala maña que se lo arrojó encima de él.
-         Inútil!!!- le gritaba el príncipe- si no eres capaz de hacer tu trabaja retírate de aquí ahora mismo. La cocinera se fue llorando.
La princesa se disponía a correr detrás de ella cuando dijo el príncipe:
-         Quieta! No vayas detrás de ella, no ves que es una empleada y tu una princesa.
-         Me da igual!- replicó ella- y usted es un grosero y un maleducado.
-         No hables así a tu futuro marido- dijo el rey
El príncipe no comprendía el por qué del comportamiento de la princesa, se enfadó tanto, tanto que le dijo al rey que si realmente quería que se casase con él tenía que despedir a la cocinera, ya que ella había sido la causante de todo.
El rey muy a su pesar despidió a la cocinera, le dio mucha pena, pero es que como siguiera rechazando pretendientes al final no iba a poder casar a su hija, y además según él tenía algunos fallos pero venía de buena familia.
La princesa muy disgustada se metió en su cuarto, cerrada completamente a la idea de casarse con aquel terrible príncipe.
Su padre fue a hablar con ella y le dijo que no admitía discusión que se iba a casar y que esa era su última palabra.
La princesa no sabía como escaparse de esa situación sólo la idea de verse casada con él, le ponía terriblemente triste.
Pensando y pensando se le ocurrió una idea y le dijo a su padre:
-¿Papá, no me vas a hacer un  regalo de compromiso?
- Por supuesto, contestó el padre, muy contento de ver a su hija que empezaba a razonar- ¿qué te gustaría? pídeme lo que quieras.
- Quiero un vestido tan dorado como el sol, otro tan plateado como la luna y otro tan brillante como las estrellas, si no consigues este regalo no podré prometerme con el príncipe.
El rey se puso manos a la obra esa misma tarde reunió a todos sus consejeros para que se pusieran a buscar de inmediato hilo de oro, de plata y diamantes para coser el vestido.
Finalmente el rey consiguió regalarle a su hija un vestido tan dorado como el sol, tan plateado como la plata y tan brillante como las estrellas.
La princesa jamás pensó que su padre fuera capaz de conseguir los vestidos, además eran preciosos, pero claro seguía sin querer casarse con el príncipe, de tal forma que cuando su padre se lo trajo, muy astuta ella contestó:
- Muchas gracias padre, pero ahora necesito un regalo de bodas, no puedo ser una novia sin mi regalo.
- ¿Qué te gustaría? dijo el padre.
- Quiero un abrigo de toda clase de pieles, que tenga un poco de cada clase de animal.
El rey volvió a reunirse con sus consejeros y les mandó que consiguieran un trocito de piel de cada animal existente.
Pasaron unos días y el rey consiguió el abrigo de toda clase de pieles.
La princesa muy disgustada no sabía que hacer, así que tomó la decisión de fugarse del palacio, fue una decisión muy dura ya que ella quería mucho su padre y ese palacio era su hogar. Antes de irse  se puso el vestido de toda clase de pieles, guardó los vestidos que le había regalado su padre  y también se llevó una cadena  de oro que le regaló su madre donde colgaba una pequeña rueca de hilar, una medalla y el anillo de boda de su madre.
Estuvo muchos días andando sin ninguna dirección, con el único destino de alejarse del palacio.
De pronto un día escuchó ladridos de perros, y ella muy asustada se arrebujó en su abrigo de toda clase de pieles para que nadie la viera pero los perros la vieron, ella parecía un animal, estaban de cacería  y cuando los hombres estaban dispuestos a dispararla ella gritó:
-No me matéis por favor!
Los cazadores vieron que era una muchacha así que se la llevaron al palacio del reino en el que estaban. Cuando llegaron a la cocina se llevó la gran sorpresa de que la cocinera que había era la misma que estaba en su palacio.
Cuando le vio le preguntó que hacía allí y le dijo que debía volver con su padre que estaría muy preocupado, ella le rogó que por favor no dijera nada, que no podía casarse con aquel príncipe.
Finalmente la cocinera accedió y le dio la oportunidad de quedarse con ella en la cocina, aún así la princesa no se quitaba nunca su abrigo por miedo a que alguien más la pudiera reconocer.
Un día el príncipe de ese palacio organizó una gran fiesta para buscar esposa, la princesa le pidió a la cocinera que le dejara verlo, ésta accedió, pero  le dijo que tenía que estar de vuelta a media noche para ayudarle a recoger y hacerle la cena al príncipe.
La princesa se puso el vestido tan dorado como el sol para el baile, era tan guapa y el vestido lucía tanto que el príncipe nada más verla la sacó a bailar, ella se quedó prendada. Después del baile se cambió y se puso su abrigo de toda clase de pieles y volvió a la cocina.
Como la cocinera estaba muy ocupada le pidió a “toda clase de pieles” que le hiciera un caldo al príncipe y se lo llevara a su habitación.
Ella le hizo el caldo y antes de dárselo se quitó el colgante que llevaba puesto y metió en el bol la rueca de hilar.
Cuando el príncipe se lo tomó bajó a la cocina y  preguntó  que quién lo había hecho, la cocinera para tapar a la muchacha contestó que había sido ella, y el príncipe dijo:
-         Estaba muy bueno, por cierto, ¿no se te ha perdido una rueca de hilar?
La cocinera lo negó.
El baile duraría tres días el segundo día la princesa se puso su vestido tan plateado como la luna, iba resplandeciente, bailó varios bailes con el príncipe pero se tuvo que ir de nuevo a la cocina, para ello se quitó primero el vestido y se puso su abrigo de toda clase de pieles.
Como había mucho jaleo esos días, “toda clase de pieles” le volvió a hacer el caldo al príncipe y se lo llevó a la habitación.
Esta vez el príncipe le pidió que se quedara mientras se tomaba la sopa, cuando se lo tomó todo el príncipe se encontró con la medalla, puso cara de extrañeza y le devolvió el  bol.
Llegaba el tercer día del baile y esta vez” toda  clase de pieles” se puso su vestido tan brillante como las estrellas, comenzó a bailar con el príncipe muchos bailes y ésta veía que se tenía que ir, se excusó ante el príncipe y se fue a cambiar.
Con las prisas no se dio cuenta que durante el baile había pasado algo especial.
De nuevo le hizo el caldo al príncipe y se lo llevó a la habitación, esta vez él se lo tomó muy despacio y ,como el día anterior le pidió que se esperara  a terminárselo, cuando estaba llegando al final el príncipe notó un anillo y le preguntó
-         ¿Este anillo es tuyo?
Toda clase de  pieles no contestó.
El príncipe dijo:
-         Creo que ese anillo es el compañero del que tienes en la mano.
“Toda clase de pieles” no se lo podía creer…el príncipe le había puesto el anillo en el baile!
Entonces el príncipe le pidió matrimonio y ésta accedió.
La princesa le contó toda la historia al príncipe, y decidieron ir a ver su padre, el cual se puso muy contento de volver a ver su hija, y sobre todo de que estuviera prometida con un hombre al que amaba.
“Y fueron muy felices y comieron perdices”

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